A finales de septiembre, Sergio Luis Cambero visitó Zarza. Cumplió uno de sus sueños, conocer sus orígenes, el pueblo del cual partieron sus abuelos a la Argentina en busca de un futuro más próspero. Pudo visitar los lugares de los que había oído hablar tantas veces y retrotraerse más de cien años imaginando a sus abuelos andando por nuestras calles.
Ahora ha tenido la generosidad de compartir con nosotros su visita a Zarza.
Os reproduzco el relato de su experiencia en Zarza
¡Gracias Sergio!
Comenzaré
diciéndote que fue una experiencia maravillosa que superó todas las
expectativas.
Cuando estoy llegando a Plasencia, en la ruta veo avanzar
una tormenta que me cruza el camino y decido apurar el paso con mi moto para
evitar una mojadura innecesaria y llegar antes que la tormenta. Entro en la
hermosa ciudad amurallada, cosa que es muy extraña a nosotros, sintiéndome
trasladado en el tiempo. Me alojo en una preciosa habitación, muy sencilla,
con vistas a la calle y a la muralla.
Comencé a sentir algo que me resultaba muy familiar, pero
no lograba identificar. Por fin descubro de qué se trataba, el aroma a
limpieza y madera a que olía la habitación de mi abuela Marcelina.
Comienza a lloviznar y decido guardar la moto. Me
acompaña Héctor, el hijo de la dueña del hostal, quien me comenta "que extraño, hace tanto que no llueve que
justo ahora esta pequeña llovizna". Sonriendo le digo que tengo mi
propia idea de eso, pero quizás sea ridícula para él. Me invita a
expresársela y le digo, "esto
Héctor no es lluvia, es mi abuela que desde arriba me ve en su terruño, y
está muy emocionada, tanto como yo". En mis ojos, también estaba
lloviendo.
Al día siguiente, salgo rumbo a Zarza de Granadilla. A la
entrada al pueblo unos vecinos, acodados en un bar, a los que les pregunto
por el Ayuntamiento. Casi no me permiten llegar, pues estaban reasfaltando la
calle de entrada, Pero alguien dijo, "es una moto, ésa pasa" y pasé. Me encontré un pueblo
pequeño, muy tranquilo, abierto y soleado. Fui hasta su plaza, distinta a
otras, con casas sin vecinos rodeándola.
Ya en el Ayuntamiento, después de esperar un poco y
enterarme de cuestiones vecinales, me atiende una mujer joven a la que
pregunto por el modo de averiguar sobre mis abuelos. Se trata de Marisol,
amabilísima mujer que cuando dije las fechas de emigración dijo, "eso es la prehistoria, debes ir donde el cura,
eso debe estar allí". Le mostré las fotos de los viejos papeles que
tenía y Marisol no los entiende, la letra, se queja, es horrible. En esto, un
hombre que estaba detrás de mí, pide verlos, y comienza a leerlos sin
vacilar. Resultó ser el Secretario del Ayuntamiento, Javier García si no
recuerdo mal, otra magnífica persona muy cordial y conversadora, además de
servicial. Le pide a Marisol que busque todo lo que pueda sobre lo poco que
aporto y me invita a salir a conversar afuera, pues él fuma. Marisol encontró
la partida de nacimiento de mi abuelo, cosa que me dejo sin palabras y,
nuevamente, provocó un choque de sensaciones extrañas que estalló en mi
cabeza. Con la partida de nacimiento de la mano, Javier me sugiere quedarme a
conversar con Juan Carlos Cambero, quien parece conocer bastante sobre este
apellido y luego visitar Caparra.
Comí en
un excelente restaurante, a la vuelta del Ayuntamiento, me reuní con J.C.
Cambero y salí rumbo a Caparra, pasando por la plaza de toros. No podía creer
lo que veía, un arco romano del siglo I D.C. en vivo, no en internet ni en
una enciclopedia, delante de mí, ¡y se podía tocar!. Le expresé al guarda mis
sensaciones, le dije "quizá no las
comprendas, ustedes tienen siglos de historia y nosotros minutos apenas”.
Regresé
a Plasencia a cenar y dormir. Al día siguiente, regresé a Zarza. Me reúno con
toda esa fantástica gente, Marisol me da los certificados firmados por el
juez. Marisol no puede encontrar datos de mi abuela Marcelina. Resulta no ser
de Plasencia, sino de algún pueblito de la comarca, pudiendo ser de La
Granja, o Casas del Monte quizás. Ahora el misterio pasó a ser mi abuela
Esa
tarde, me indican, no dejes de ir a Granadilla. Ciudad abandonada, y no tengo
muy claro por qué. Llego, recorro, saco fotos y me gusta mucho,
como atracción turística.
Esta es una parte de mi diario de viaje por las tierras
de mis orígenes, y es que siento ahora necesidad de volver, diga que si Dios
y la política, lo permiten. Te mando un gran abrazo, lástima no pudieras
estar, y si te cruzas con Javier y Marisol, mándales un enorme cariño de mi
parte.
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