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7 de noviembre de 2021

Beatificación - Aquilino




Lugar donde estaba ubicada la casa en la que nació Aquilino





Varios testimonios, nos relatan que este era uno de los lugares preferidos por Aquilino en el que colocar su pequeño altar con el que jugaba a decir misa a sus vecinos



Fotos - https://www.sacerdotesoperarios.org/beatificaciontortosa/

AQUILINO PASTOR CAMBERO

 

 

Aquilino Pastor Cambero nació en Zarza de Granadilla, provincia de Cáceres y diócesis de Coria, el día 4 de enero de 1911, hijo de Felipe y Margarita. Era el menor de cinco hermanos.

Muy pronto se comprobó en Aquilino su marcada inclinación al sacerdocio. Cuentan sus paisanos que ya desde muy pequeño sus juegos consistían en decir misa en altarcitos que él mismo preparaba, convocando a sus amigos con una campanita para que acudieran a sus «ceremonias», que celebraba en una pequeña capilla, instalada en una alacena de la casa.

El párroco de Zarza de Granadilla, don Celestino Rivera, se interesó enseguida por esta vocación incipiente que él empezó a cultivar con esmero. A este propósito, le preparó en el mismo pueblo para los primeros cursos de latín y humanidades, que aprobó más tarde con muy buenas calificaciones en el Seminario de Coria, donde ingresó como alumno interno el curso 1923-1924. Como su familia era humilde y no podía asumir todos los gastos del seminario, el buen párroco se comprometió, a partir del tercer curso, a ayudarles para cubrir lo que costaba el internado y los estudios.

El año 1932 su Obispo le envió al Seminario central de Toledo, que entonces concedía grados universitarios en las ciencias eclesiásticas, para que allí perfeccionara sus estudios, ya que tenía cualidades para ello. Dos años más tarde conoció al Beato Pedro Ruiz de los Paños, que, como Director general de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, se encontraba visitando el Seminario de Toledo. Don Aquilino desde el primer momento se quedó prendado del ministerio de formador de sacerdotes, como él mismo confiesa en una carta que dirigió a don Pedro: «El que suscribe es uno de los tres seminaristas toledanos que pasaron la hora de la comida en santa charla con usted; el mismo que hubo de decirle que apenas conocía a la Hermandad… Pero quedé tan enamorado de ella, que claramente conocí que el Señor me llamaba por ese camino para trabajar en su viña».

Su padre falleció en abril de 1934 y el joven Aquilino tuvo que convencer a su madre de su vocación de operario, comprometiéndose a velar para que nunca le faltase nada. De este modo, en septiembre marchó a la Casa de Probación que la Hermandad tenía en Tortosa, donde permaneció durante un curso. El testimonio de un compañero de curso es elocuente: «Vivimos juntos en una comunidad pequeña y por consiguiente de vida íntima, en la que reinaba la caridad, la comunicación constante y la fraternidad entrañable. Por ello pude advertir y admirar en él su buen carácter, su naturalidad y sencillez en todo, su afabilidad en el trato y su delicadeza en la conversación franca y admirable. En suma, era un dechado de seminarista mayor, por su piedad y su ansia de formación de un candidato perfecto al sacerdocio».

Terminado este año de prueba fue ordenado sacerdote en Plasencia el 25 de agosto de 1935 y celebró su primera Misa en Zarza de Granadilla tres días después. Su madre vivió la ceremonia emocionada y su párroco, don Celestino, fue su padrino.

Con su sacerdocio recién estrenado, fue destinado por sus superiores al seminario de Baeza, como prefecto de alumnos, profesor de 2º de latín y bibliotecario. Le gustaba atender a los alumnos con cariño y perseverancia. Escribía a poco de llegar a Baeza: «Con los chicos marcho bien, revistiéndome antes de mucha paciencia y no menor amor y cariño, que es el único medio de poder depositar en sus corazones la buena semilla». No dejó de cuidar su formación permanente gracias a su interés por la lectura de libros espirituales.

Como era sumamente sencillo, bondadoso y entregado, cayó muy bien a sus alumnos, que se expresaban así en la crónica enviada a la revista El Correo Josefino: «Deseamos que le vaya muy bien a don Aquilino Pastor, quien como viene nuevecito y flamante de la fábrica, está lleno de ardores por nuestro bien espiritual, resultando un pastor de verdad».

Además de su dedicación al Seminario, trabajaba apostólicamente con los jóvenes Tarsicios y con los de la Acción Católica, multiplicándose para todo lo que supusiera gloria de Dios y de las almas: «Tenía un trato con la juventud del pueblo de Baeza, que atraía por su edad, organizando actos de piedad, fortaleciéndolos en el espíritu eucarístico y preparándoles para ser futuros adoradores nocturnos. Todo esto lo alternaba en vacaciones de Navidad, organizando obras de teatro y otras actividades que nos ocupaba el tiempo de ocio a los jóvenes y a los seminaristas».

La persecución religiosa desencadenada en el año 1936 le sorprendió en el Seminario de Baeza, en su puesto de trabajo, a pesar de estar en pleno verano y los alumnos de vacaciones. El 20 de julio quedó violentamente clausurado el Seminario. Don Aquilino y su compañero, don Manuel Galcerá, que era director espiritual, fueron acogidos por una familia amiga, la de don Rafael Torres López, que tenía mucho trato con los superiores del Seminario.

A los pocos días, los milicianos invadieron la casa y llevaron a la cárcel a don Rafael, a sus hijos Cristóbal y Manuel, a una sobrina y a los sacerdotes don Manuel Galcerá y don Aquilino Pastor. Este y el joven Cristóbal fueron encarcelados en los sótanos del Ayuntamiento, y los demás, en la parte más alta de la Casa Consistorial. De este modo los dos operarios quedaron separados.

El día 28 de agosto de 1936, y sin que mediara juicio ni proceso alguno, don Aquilino y el joven abogado don Cristóbal Torres fueron sacados de aquellos sótanos por los milicianos y conducidos en un camión hasta el Cerrillo del Aire, a unos nueve kilómetros de Baeza, en el término municipal de Úbeda, donde fueron asesinados. Sor Teresita del Niño Jesús, religiosa carmelita de Baeza, cuenta que oyó decir que don Aquilino iba con un semblante alegre, pronunciando fervorosas jaculatorias y dando vivas a Cristo Rey. Así celebró el primer aniversario de su Primera Misa, con su inmolación cruenta y su misa eterna en el cielo. Aquel día fue como Jesús, Sacerdote y víctima.

El 10 de octubre de 1939 fueron exhumados sus restos mortales y trasladados procesionalmente a la catedral de Baeza, y allí permanecen en la Capilla Dorada, con los demás mártires de dicha ciudad. En el lugar donde fueron asesinados don Aquilino y don Cristóbal Torres existe una cruz de hierro en su memoria.

Algunos testimonios nos ayudan a conocer mejor al operario mártir más joven. Un hermano de don Cristóbal declaró que «era don Aquilino sacerdote de vida ejemplar, apóstol de la juventud y amante de la Eucaristía».

Precisamente, lo que más sobresalía de él era su juventud llena de energía, vitalidad y alegría que cautivaba enseguida a todos. Era expansivo y comunicativo. Se caracterizó además por ser una persona bondadosa y con una simpatía arrolladora. Uno de sus seminaristas comenta que «por su juventud y celo pastoral con los seminaristas, abrió el corazón para acercarse a lo humano de los internos; por ese camino cautivó la confianza, simpatía y afecto, puntos fundamentales para que olvidáramos la nostalgia de nuestra familia, pueblo y amigos, y encontrarnos el ambiente propicio para dedicarnos de lleno a nuestra propia formación».

A pesar de vivir su sacerdocio sólo un año, «estaba muy lleno de Dios porque así lo manifestaba en su vida, apenas había cantado misa, estaba en plena “luna de miel” sacerdotal». Fue un seminarista ejemplar y por eso llegó a ser también un sacerdote «que vivía intensamente su sacerdocio y que manifestaba su piedad y devoción tanto a la persona de Cristo como a su Madre la Virgen».

Fuente - https://www.sacerdotesoperarios.org/beatificaciontortosa/

 

Vídeo sobre Aquilino - https://www.youtube.com/watch?v=6BkUMyfsnKg&t=3s